Golpes, aplastamientos, cortes, atrapamientos, pinchazos, agentes químicos y/o biológicos, resbalones, tropezones o descargas eléctricas, son algunas de las amenazas que un botín de seguridad debe ser capaz de contrarrestar para cumplir su misión como elemento de protección personal.
De acuerdo a sus características, diseño y funcionalidad, este tipo de elemento de protección personal puede clasificarse en tres grandes categorías:
1. Calzado de seguridad: equipado con tope de seguridad y concebido para ofrecer protección contra el impacto de hasta 200 J y contra una compresión de hasta 15 KN.
2. Calzado de protección: cuenta con tope de seguridad y está fabricado para garantizar protección contra el impacto de hasta 100 J y contra una compresión de carga de hasta 10 KN.
3. Calzado de trabajo: propiamente no garantiza protección contra el impacto ni la comprensión en la parte delantera del pie, pero incorpora elementos que resguardan el pie de riesgos que puedan dar lugar a lesiones graves.
Como cualquier otro elemento de protección personal, antes de utilizar un botín de seguridad es importante tener en cuenta que las condiciones de uso y/o almacenamiento pueden alterar las prestaciones iniciales del producto. Por eso, es fundamental prestar atención acerca de su posible envejecimiento debido al uso, o alteración por condiciones ambientales; acciones mecánicas, térmicas, químicas o biológicas sufridas durante trabajos previos; modo de limpieza y/o mantenimiento suministrado a lo largo de su vida útil; mal uso del producto o, al menos, contraindicado por el fabricante.
Ahora bien, para que un botín de seguridad realmente cumpla su misión, debe estar debidamente certificado. Para ello debe presentar la siguiente información: talle indicador del tamaño del artículo; marca de identificación del fabricante; fecha de fabricación; plazo de caducidad y tiempo de vida útil.
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