Los discos abrasivos constituyen piezas de ferretería fabricadas con elementos que, debido a su elevada dureza y particular estructura, resultan capaces de provocar el desgaste de materiales menos duros, a través de una acción mecánica ejercida mediante máquinas eléctricas como amoladoras, ingletadoras y esmeriladoras, entre muchas otras.
Aunque actualmente la variedad de discos abrasivos disponibles en el mercado es muy amplia, ya que de hecho conforman un segmento que crece día a día, en términos generales es posible reducir sus propiedades a cuatro aspectos fundamentales:
- Filo: representa la capacidad de corte de los materiales abrasivos. Las rayas provocadas por un elemento cortante dependen, en gran medida, del filo de sus aristas, de tal forma que a mayor filo, mayor capacidad de corte.
- Dureza: se trata de una característica definida por la oposición que ofrecen los materiales a alteraciones como la abrasión, penetración, rayado, etc. Por ejemplo, dado que la madera puede rayarse con mayor facilidad que el vidrio, este último es más duro que aquella.
- Tenacidad: constituye la tendencia a resistir el desgaste y provocar abrasión, siempre que la herramienta no sea sometida a materiales con un mayor nivel de dureza. Naturalmente, la tenacidad de un elemento abrasivo se verá doblegada por un material más resistente.
- Friabilidad: consiste en la propiedad que tienen los granos abrasivos para romperse y auto-afilarse bajo tensión. Es un factor muy importante en el funcionamiento de todas las herramientas abrasivas ya que a mayor friabilidad, mayor capacidad para generar nuevas aristas cortantes.
Los discos abrasivos más comunes son fabricados con partículas de óxido de aluminio, circonio o carburo de silicio.
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